La película “Inside Llewyn Davis” de los hermanos Coen me hace pensar que las historias en el cine no tienen que tener un final feliz; es más ni siquiera tener un final. Es una buena película, no es mi favorita, pero aprecio la propuesta cinematográfica innovadora de seguir por una semana a una persona más deprimida que talentosa en su intento por triunfar en el mundo de la música.

El frío y la nada calan hasta los huesos cuando durante esta semana que parece interminable, a veces con paciencia, otras con desesperación, acompañas a un joven totalmente desorientado.

Inicialmente tratas de encontrar alguna razón específica para experimentar como tuya la terrible depresión de un músico que no está pasando por su mejor momento y cuyo carácter no le ayuda en lo más mínimo. Pero poco a poco con la magia de los Coen y el excelente desempeño de Oscar Isaac, llegas a detestarlo. En mi caso termine por solidarizarme con su causa y rogaba para que algo le saliera bien, o lo hiciera feliz. Su actuación es muy natural.

De hecho en general todas las actuaciones me parecieron buenas. Son personajes pesados y profundos pero eso parte de la atmósfera oscura que maneja la cinta (John Goodman, Garrett Hedlund, Justin Timberlake, entre otros).

Este tipo de proyectos implica un gran reto. En esta ocasión los mayores exponentes del cine independiente no ofrecen un producto comercial. Es una cinta más bien elitista. Es en blanco y negro, con un concepto innovador y a diferencia de otras producciones no da espacio a la comedia.

Mi recomendación es ir a verla con la total conciencia de el objetivo es apreciar el arte de convertir una mala racha ajena en una experiencia cinematográfica satisfactorias y placentera. Es como apreciar una pintura abstracta; se disfruta, no se trata de entender.

La película empieza y termina con Llewyn Davis tocando en un bar la misma canción.

Sin ni un cinco en la bolsa, sin un abrigo decente, con temperaturas congelantes y con toda la mala suerte que puede atraer una mala actitud hacia la vida Llewyn Davis brinca de sofá en sofá cada noche en casa de sus amigos buscando un refugio nocturno.

Davis había experimentado el éxito cuando trabajaba con un dúo. Lamentablemente su compañero se quita la vida, y este episodio afectó más que su carrera, su vida misma.

Para conocer un poco lo que les espera estos son algunos de los personajes que pasan por la semana de Davis.

Jim (Justin Timberlake) y Jean (Carey Mulligan). Jean tiene una cara angelical, pero es bastante malévola y ofensiva. Jim (Timberlake) cree en Davis, de hecho lo invita a un gig en el que cantan una novedosa canción llamada “Please Mr. Kennedy”.  Esa es una de mis escenas favoritas, cuando están en el estudio de grabación.  Davis renuncia a las regalías con tal de recibir el dinero en efectivo. La canción se convierte en un éxito.

Para lograr reunirse con Bud Grossman (F. Murray Abraham) un manager prominente, Davis tiene que viajar de Nueva York a Chicago. Ese viaje es alucinante. El chico se une a la caravana de un excéntrico y detestable tipo adicto a las drogas (John Goodman) y su silencioso y misterioso chofer.

Su hermana Joy (Jeanine Serralles) la típica mujer perfecta que busca cualquier pretexto para ofenderse. Claro que nuestro Davis está en el mismo plan, y busca cualquier pretexto para ofenderla.

La pareja de intelectuales Gorfein (Ethan Phillips y Robin Bartlett) que verdaderamente lo aprecian; pero es un hecho que el personaje principal no esta preparado para recibir nada, ni siquiera amor; simplemente está peleado con el mundo.

El Gato de los Gorfein…. uno de mis personajes principales porque es el único que logra sacar a Davis de ese profundo abismo que provoca el hastío.

Conozco un poco el mundo de la música y las situaciones lograron convencerme.

Hay todo tipo de cine y este no es definitivamente la mejor opción para ir a divertirse y entretenerse.

Le doy cuatro palomitas y media.