El Conjuro 2, secuela aterradora.

Me encanta el género del terror, soy fiel seguidora del trabajo del director James Wan y además tengo una especie de historia alterna, un poco extraña y terrorífica, que aconteció en mi vida durante el tiempo en que cubrí todo lo relacionado a la película El Conjuro y Anabelle.

Para comenzar Vera Farmiga me mostró en su celular ( en el Junket en San Francisco, CA.) las marcas que aparecieron en el monitor de su computadora y posteriormente en su muslo cuando aceptó hacer el papel de Lorraine Warren en la primera película; el día que fui al screening me dejaron una nota escalofriante en el parabrisas y cuando regalé la muñeca Anabelle la persona a la que se la di  tuvo un accidente automovílistico, nada de gravedad, pero si un gran susto. Con estos antecedentes no podía dejar de ver El Conjuro 2.

El genial James Wan abre un nuevo expediente de horror de los archivos de Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson y Vera Farmiga).

La trama está basada en el caso Enfield Poltergeist, registrado al final de la década de 1970. Los Warren desembarcan en Inglaterra para ayudar a una familia atormentada por una manifestación poltergeist en su hija (Madison Wolfe). La historia de la secuela maneja el mismo concepto que la primera: investigación de fenónemos paranormales y la presencia de entes malignos. El tema y los elementos para asustar a la audiencia son exactamente los mismos que en la primera; lo genial es que bajo la dirección de Wan, un maestro del género, lo recurrente nunca se convierte en un cliché. James Wan tiene un gusto estético maravilloso.

En la primera parte, en medio de las escenas en las que el fantasma asusta discreta y predeciblemente a una mamá soltera, Peggy Hodgson ( Frances O’Connor), y a sus cuatro niños, mi percepción es que el suspenso es el que mantiene al espectador al borde la butaca con pequeños elementos de terror práctico. El juego del Wan es dejar volar la imaginación de la audiencia para después voltear su mundo al revés y entonces si llegar a escenas perturbadoras.

El papel principal está a cargo de la pequeña Madison Wolfe quien hace una papel extraordinario. De manera particular me parece muy atinado integrar a niños entre los protagonistas y aprovechar ese don natural de llegar a puntos extremos, de la ternura al horror, para manipular las emociones del público. Un buen director; un guión sólido y sin complicaciones; , excelentes actuaciones son una muestra de que se puede llegar a un terror extremo sin necesidad de grandes efectos especiales, ni mares de sangre.

La verdad es que después de ver la película no sucedió nada fuera de lo común afortunadamente. Ahora que veo las cosas desde otra perspectiva en la que aún se mantiene el género del terror como uno de mis favoritos y a James Wan en mis top ten directores, durante la primera película llevaron a cabo una campaña de publicidad extraordinaria que logró que los medios que cubrimos este filme vivieramos una experiencia muy cercana a la trama de la película. De alguna manera hasta los compañeros más escépticos manifestaron inquietud desde el momento en que fuimos al screening y un sacerdote dio una bendición antes de ver la película, lo que nos contaron los actores que sucedió detrás de cámaras y los macabros regalos que recibimos en el Junket (la muñeca Anabelle) …

En general el estudio, seguramente con la influencia de James Wan, nos envolvió en este medio ambiente que influyó sin lugar a dudas en nuestra percepción de la cinta. Ya estábamos asustados aún sin verla. Disfruté de la película aun con mis gritos desgarradores con los sustos predecibles, pero sin estar en Hollywood y alejada de los Junkets, el miedo se quedo ahí en una sala de San Antonio, Texas, en la que todos salimos comentando pero de inmediato volvimos a nuestra realidad.

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