Para mí, La La Land es un regreso glorioso del cine clásico y los musicales en su mas vibrante expresión; un regalo mágico que entrelaza los sueños y la nostalgia eterna hollywoodense entre música y baile; y de manera personal, después de haber vivido en Hollywood, un sutil soplo al corazón para desempolvar una esencia que quedo tatuada en mi ser.

La película La La Land comienza con un congestionamiento vial justo en el entronque de la carretera 10 a la 405 en Los Angeles. Esto es parte de la vida cotidiana para quienes viven en esta fascinante pero al mismo tiempo demandante ciudad. Pero en la historia y bajo la dirección del talentoso Damien Chazelle, ese simple cuadro urbano, es la apertura perfecta a un película retro en Cinemascope que devuelve la gracia, que alguna vez se pensó perdida, de los musicales.

La trama narra la historia de Mia (Emma Stone) y Seb (Ryan Gosling), ubicada en Los Angeles, utilizando como línea de tiempo las cuatro estaciones. Ambos son artistas en distintas ramas y tienen metas muy especificas. Por azares del destino sus caminos se encuentran y de ahí surge una química cósmica que nos transportara a un romance que en algún momento nos eleva con delicadeza a danzar en el firmamento.

Esta no es una fórmula nueva, ni una historia jamás contada. Todos van a Hollywood con las maletas llenas de sueños. Lo maravilloso es la narrativa visual del director. Creo que uno de sus grandes logros es advertir a las nuevas generaciones de un ayer con majestuosas producciones que son el cimiento sólido de la meca del cine.

Mia (Stone) trabaja en una cafetería en los estudios y con frecuencia asiste a audiciones esperando con ansia que llegue la anhelada oportunidad. Stone es maravillosa al desempeñar su trabajo; vives el desencanto de las audiciones y la grandeza de recuperarse de ellas y seguir adelante.

Por su parte Seb (Ryan Gosling) es un músico amante del jazz que se ve obligado a tocar un repertorio que dista mucho de sus gustos personales para sobrevivir.

Este par es encantador en la pantalla grande. Cada paso, cada coreografía, cada diálogo, cada canción… son cautivantes. Con las exigencias de un mundo moderno los personajes no tienen tanto glamour como los de antaño. Distan mucho de ser perfectos y son vulnerables.

Pero la vida no se sufre, se vive… y se vive bailando y cantando en La La Land. La película no tiene nada de cursi, por el contrario la siento como una fantasía elegante que se atreve a cruzar sigilosamente la frontera con la realidad y regresar al ensueño.

Emma Stone ha demostrado que es más importante el título de una actriz preparada, que el de ser una simple estrella de cine. No me sorprendió ver a Ryan Gosling interpretar magistralmente un papel que para muchos intelectuales podría alejarlo de su firme convicción del cine independiente. Además de sus muchas otras cualidades, es un actor que evoluciona y se adapta.

Ademas de todos los elementos como cinematografía, coreografías, vestuario, colorido, baile y música, la historia te atrapa. La magia de un mundo perfecto en Hollywood se ve interrumpido por las necesidades del día a día. Chazelle nos recuerda que la ambición en el mundo creativo es cruel e implican sacrificios, y que los romances idealistas en eso termina, en un bello ideal.

La La Land es la mejor película que he visto en mucho tiempo y puedo decir que seguramente se lleve el Oscar a la Mejor Película del 2017.