Por Teresa Garza

Una de los mayores atractivos de “Going The Distance” es sin duda alguna las actuaciones de sus protagonistas. Drew Barrymore y Justin Long logran proyectar “la química” necesaria para hacer creíble su relación fílmica, tanto así, que parecen momentos tomados de la vida real con los cuales fácilmente el espectador logra identificarse. Es una historia muy elemental y básica. Erin y Garret viven con intensidad una relación amorosa de verano con la premisa de que va a durar poco. Erin realiza sus prácticas periodísticas en un diario de Nueva York. Ambos están concientes de que ella regresará a San Francisco y “san se acabó”. Pero los jóvenes adultos no cuentan con el inesperado factor “Cupido” y deciden que a pesar de vivir de costa a costa lograrán mantener la relación. La primer parte del filme lo percibí como una comedia romántica poco convencional; un tanto sutil y delicada, en la que se recurre al elemento nostalgia retro ochentara El problema es que gradualmente retoma la fórmula probada y aprobada por el público en este género (bastante trillada). Que igual se disfruta. La combinación de la directora Nanette Burstein y el guionista Geoff LaTulipee (que estaba feliz durante el estreno cuando nos confesó que llevaba años tratando de que su guión fuera tomado en cuenta) lograron una cinta con diálogos aceptables, una trama llevadera y una que otra escena que podría haberse omitido. Pero definitivamente Drew y Justin son la esencia de la película. La palabra clave es “Química”.

Le doy cuatro palomitas.